miércoles, 21 de septiembre de 2016

Barcos llenos de agua

Y pienso y me busco y no me encuentro. O no quiero hacerlo. Veo lo que soy, lo que hay, lo que significo y no me gusta. Es tanto de nada y tan poco de todo...

No era esto lo que os prometí, nada lo es. Una simple y burda broma en comparación a nuestras aspiraciones más primitivas. No era esto. No es esto.

Y sin embargo seguimos remando. ¿Por cuánto? ¿Para qué? No lo sé, pero si dejamos de remar el agua inundará nuestro barco. Y nadie quiere un barco lleno de agua...

Esas miradas duelen más que cien puñales, metálicos, oxidados, certeros... Esas miradas de "ey, lo has intentado, pero..." que hacen que me vuelva loco. Esas miradas que harían temblar los cimientos de más de un Imperio. Esas miradas... Vuestras miradas...

Y me siento en un rincón, sólo, agotado, sintiendo que soy un inútil por no haber podido hacer todo de otra manera, de llegar a todo y de faltar a nada. Soy un loco que quiere bailar para goce de los demás y no le importa. Porque en el fondo es eso lo que me preocupa...

No sé callar, pero tampoco decir nada. Soy una migaja del oscuro tránsito del destino y no puedo hacer nada. No tengo nada mío y lo que soy es vuestro. Sólo me queda miedo, angustia, dolor, aflicción...

Caminos cortados en noches oscuras. Solas vigilias y ruidosas madrugadas de incierto desenlace. No sé qué tienen vuestras miradas que me dan la vida cada día pero me matan poco a poco cada noche.

Una noche más es una noche menos, irremediable, imparable. No podemos hacer nada a menos que queramos ya que, en nuestra locura, creernos que La Muerte está frotándose las manos es la mayor de nuestras derrotas.

El dolor no mitiga, ni creo que lo haga. El insomnio hace de pareja de este pobre loco en un baile ensordecedor que turba los sentidos, antaño vivos. Una flor seca, marchita, se encoge en algún lugar, sola, marrón, muerta ya sin vida.

Eso es, sin lugar a duda, la única y pura verdad. La Parca nos espera al otro lado y no le importa qué tengamos, qué seamos o a quién hayamos amado. Sólo en el último momento antes de subir a su barca podremos valorar El Camino Andado...

¿Habrá merecido la pena?