Inquieto, nervioso, ahogado. Oscuridad e incertidumbre. Nunca el destino fue mi amigo pero a cada paso que doy lo noto más esquivo. Querer correr para poderlo alcanzar y ver que con cada paso la distancia aumenta.
No poder discernir si son delirios o verdades, tan sólo diferenciados por el dolor. Un dolor cada vez más estruendoso que se abre camino desde mis entrañas hasta el exterior. Un dolor tan ensordecedor que aisla mis otros sentidos de ti. No puedo pensar ni sentir.
Aletargado y cansado me doy cuenta que quizá no quiera. Quizá no quiera pensar ni sentir. Tal vez ignorar sea la solución a esta prueba que los dioses cruzan en nuestro camino. Seguir caminando, corriendo, para no llegar a ningún lado.
Aunque la meta se aleje con cada impulso, con cada esfuerzo. Pero estamos juntos en el camino. Cada paso a tu lado son siete años en el paraíso. Y eso, puedes creerlo, hace que todo merezca la pena...